15 abril 2019

De fútbol y política

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Hacía muchos años que no iba a un partido de fútbol. Tarde de domingo, con dos hijos de 6 y 3 años a los cuales les encanta este deporte, decidimos ir a ver un partido en el que jugaba el equipo del pueblo en el que vivimos.

Todo normal e incluso entretenido, muy sociable: saludas a la gente que está viéndolo (tus vecinos), reconoces a los jugadores (la mayoría son del pueblo), conversas con algunos amigos, los chicos van a buscar los balones que se salen del campo, el sol nos da tregua cuando se esconde entre algunas nubes... en fin, algo muy tradicional y, además, agradable.

Pero la cosa se pone tensa, algunos jugadores no juegan limpio y el árbitro no se da cuenta. Insultos desde la grada, primero al árbitro, más tarde a los jugadores. Instrucciones un tanto extrañas del entrenador a sus pupilos. Y a partir de ahí, el desmadre: una mujer (del equipo visitante) dando el pecho mientras se pone en pie y le grita a un jugador local "hijo de puta", un jugador local le grita a otro visitante "negro de mierda", este último se enfurece y monta en cólera, un jugador local dice que no juega más con su "equipo de mierda". Un ganador y un vencido: el vencido, para aliviar el dolor de la derrota insulta y justifica su pérdida en el árbitro y en lo guarro de los otros; el ganador sale enorgullecido y no le importa haber pisoteado el orgullo (parece que de eso se trata este deporte).

Me pareció un espectáculo lamentable pero, según los presentes, aquello no había sido nada, un simple conato de incendio comparado con otros domingos.

Aquello me recordó a lo que sucede últimamente en política, que se trata de hundir al otro, sin importar el dolor causado y a quién nos llevamos por delante.

Yo no tengo intención de volver a un campo de fútbol en mucho tiempo. Ahora entiendo a aquellas personas (40%) que no quieren ir a votar 

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